miércoles, 29 de abril de 2009

La joven del río








Un anciano maestro zen y dos discípulos caminan en silencio por un sendero. Al llegar a un riachuelo, ven a una muchacha que, sentada en una orilla, les mira provocativa. No hay que estar ciego para reconocer la turbación que ejerce en los jóvenes.

–¿Quién de los dos me tomaría para ayudarme a cruzar el río? –pregunta ella, con frescura y seducción.

Los discípulos se miran y dirigen un gesto interrogante al maestro, que les observa en silencio. Tras un largo minuto de duda, uno de ellos avanza y, tomando en los brazos a la muchacha, cruza el río entre caricias y risas. Al llegar a la orilla, se regalan un cálido beso y se despiden con ardiente mirada. Al momento, el joven da media vuelta y se reintegra sonriente al grupo, que continúa caminando.


El discípulo que se quedó junto al maestro se muestra turbado, no cesando de mirar interrogante al impasible anciano. Pasan las horas, pero su mente sigue enganchada por el deseo hacia la muchacha. Sus movimientos demuestran desatención y torpeza. Cuando ya no puede más, interpela al maestro, diciendo con rabia:
–¿Por qué no reprendiste a mi hermano que, rompiendo las reglas de la sagrada sobriedad, ha encendido su erotismo? ¡No me digas que la respuesta está en mi interior porque ya ni oigo, ni veo!

El anciano mirándole con benevolencia, contestó:
–Tu hermano tomó a la mujer en una orilla del río y la dejó en la otra. Tú la tomaste en una orilla y aún no la has conseguido dejar.

miércoles, 22 de abril de 2009

Leyenda de Sant Jordi







Dice la leyenda de Sant Jordi que hace mucho, mucho tiempo había un dragón monstruoso, con largas uñas y aliento de fuego. Este dragón, hacía huir a los habitantes del pueblo de Montblanc (Conca de Barberà). Mataba a la gente y a todo el ganado con su aliento y se tragaba vivas a las personas, era terrible. Los aldeanos, sin otra solución, decidieron darle dos ovejas a diario para apaciguar su hambre. Cuando terminaron con las ovejas, le dieron las vacas, después los bueyes y poco a poco todos los animales que tenían, hasta que se quedaron sin ninguno. El rey convocó una reunión, donde decidieron que harían un sorteo y le darían al dragón una persona cada día, para que se la comiese.






Un desafortunado día, le tocó a la hija del rey, y él, entre lágrimas dijo a su pueblo:
-Perdonad a mi hija y a cambio, os daré todo mi oro, mi plata y la mitad de mi reinado, pero os lo pido por favor, dejad a mi hija vivir terrible.

El pueblo se negó, y el rey pidió ocho días para llorar a su única y amada hija. Llegado el día, el rey la vistió y la dejó delante de la cueva, cerca del dragón, con una gran pena en el corazón.




Pero de repente, cuando el dragón ya abría su gran boca para comerse de un mordisco a la princesa, apareció cabalgando sobre un bello corcel blanco el caballero Sant Jordi. Vestía brillante armadura, una larga lanza y un escudo dorado, y se proponía salvar a la princesa de las garras de aquel enorme dragón. El caballero alzó su larga lanza y de un golpe, le clavó la lanza en el centro del corazón, y el dragón cayó desplomado al suelo herido de muerte. De repente, de la sangre derramada que brotaba del cuerpo del dragón, salió un rosal de flores rojas, con un intenso color que brillaba con el esplendor del sol. De repente, el caballero Sant Jordi cogió una, la más bonita de todas, se dirigió a la princesa y se la dio en señal de amor.


miércoles, 15 de abril de 2009

Cuento de la Oruga




Había una vez una oruga que vivía en un gran árbol del parque. Cada día la oruga iba mordisqueando las hojas que encontraba en su camino, sin prestar atención a nada más. Pero un día la oruga se dio cuenta de que había algo lleno de colores volando por encima del árbol. Se quedó deslumbrada con los naranjas y azules luminosos que captaban la luz del sol y cuando esta brillante criatura voló cerca de la oruga, ésta pudo ver que era una hermosa mariposa. La mariposa parecía flotar en el aire, rozando la rama en que estaba flotando la oruga.

“Oh mariposa, que hermosa eres y con que suavidad vuelas… por favor enséñame a volar como tu”. La mariposa se acercó y le sonrió a la oruga: “Sé paciente pequeña criatura, algún día, algún día..” Pero la oruga era impaciente y cuando la mariposa volvió a aparecer al día siguiente, aún mas luminosa que antes y volando alrededor de las ramas del árbol la oruga volvió a decirle: “Por favor mariposa, enséñame a volar como tú”. La mariposa le susurró al oído: “Sé paciente y algún día lo harás. La oruga estaba tan frustrada que decidió sacarse la idea de la cabeza de una vez por todas y olvidó su deseo de volar.

Entonces un día sucedió algo extraño. Parecía como si el mundo hubiese empezado a dar vueltas, un momento en una dirección y al instante siguiente en la otra dirección. A la oruga empezó a dolerle el estómago, y se sintió muy enferma. Parecía como si todo se hubiera vuelto desdibujado y distante. El mundo seguía girando, a veces rápido y otras veces despacio. La oruga se quedó paralizada y cerró los ojos, pensando que se estaba muriendo. Después de un rato, y no sabía cuanto había sido, el mundo pareció dejar de moverse y se sintió mas ligera y libre, le pareció que podía volver a moverse y al hacerlo, se dio cuenta de que tenía debajo el árbol y el sol calentaba. En la distancia pudo oír un ligero murmullo y se sintió atraída por el ruido. Era una pequeña voz que le decía: “Por favor enséñame a volar como tú”. “Paciencia ya lo harás, ya lo harás”. Sólo entonces se dio cuenta de que se había convertido en una mariposa.




Así como la fruta tiene su proceso de maduración en el árbol, el cual significa un periodo de tiempo para que cosechemos en su punto, así también es el proceso de la mariposa y así también es el proceso del hombre …. Así es la evolución en las especies…necesitan hacer un camino para transformarse en: Seres más hermosos.

miércoles, 8 de abril de 2009

Puede Ser




Érase una vez un humilde granjero que vivía en una pequeña aldea. Sus paisanos lo consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo de manera que, al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarle por aquella grave pérdida. Todos le decían: “¡Qué mala suerte has tenido!”. Pero la respuesta del granjero fue un sencillo: “Puede ser”.


Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos, estos fueron a darle la enhorabuena y a comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “Puede ser”. Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero esta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte, pero el padre respondió: “Puede ser”.


Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas este, contestó: “Puede ser”.

Conclusión: El protagonista del cuento rehúsa entrar en el juego de considerar las cosas que le van ocurriendo como negativas o positivas en el momento, sino que las contempla desde una aceptación confiada en el discurrir del tiempo. No se deja llevar por la automática y común valoración instantánea de lo que le sucede.

Moraleja: Seamos conscientes de que la vida cambia y que aquello que en un momento nos parece positivo, en otro puede ser negativo o viceversa. Todo se muestra relativo y la perspectiva del tiempo nos da la verdadera dimensión de su relevancia en nuestro día a día.