martes, 14 de septiembre de 2010

PUÑADOS DE POLVO de “El cántaro fresco”

Por la persiana entornada entra al comedor en penumbra, un rayo de sol matinal. Y por la misma rendija sale a la calle, oblicua hacia arriba, una banda ancha y dorada de moléculas. Parece una legión de bailarines, pues, mirando atentamente, veo que cada uno de los puntitos rubios gira de una manera vertiginosa sobre sí mismo. Si yo supiera física, ¡cuantas observaciones podría hacer ahora! Pero no sé nada más que imaginar y soñar. Y miro con envidia a esa banda de átomos que se va a correr el mundo, llevándose quizás el secreto de todas mis intimidades. ¡Oh granitos de polvo que vais a ver lo que yo no he de mirar jamás: bosques, mares, ciudades, templos, auroras boreales, maravillas! De soplo en soplo, de ráfaga en ráfaga, recorréis la tierra, sorprenderéis el secreto de mil mujeres, y cuando el viento os vuelva a traer otra vez a este lugar, quizás haya transcurrido un gran montón de siglos. Yo no seré ya más que un puñadito de polvo amarillo. Y entonces me iré a danzar y a correr por el mundo con vosotros.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El Mundo

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.



-El mundo es eso -reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

viernes, 4 de junio de 2010

La tristeza y la furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizá donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…

En un reino mágico donde las cosas no tangibles se vuelven concretas…


Había una vez…

Un estanque maravilloso.

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…

Hasta aquel estanque mágico y transparente se acercaron la tristeza y la furia para bañarse en mutua compañía.

Las dos se quitaron sus vestidos y, desnudas, entraron en el estanque.

La furia, que tenía prisa (como siempre le ocurre a la furia), urgida –sin saber por qué-, se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua…

Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad. Así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, el primer vestido que encontró…

Y sucedió que aquel vestido no era el suyo, sino el de la tristeza…

Y así, vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calmada, muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y, sin ninguna prisa, -o, mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo-, con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se dio cuenta de que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo. Así que se puso la única ropa que había junto al estanque: el vestido de la furia.

Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada. Pero si nos damos tiempo para mirar bien, nos damos cuenta de que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.

domingo, 30 de mayo de 2010

Himno al sol




Los rebaños pacen en paz, los árboles y las plantas verdean, los pájaros salen volando de sus nidos y levantan sus alas en tu honor. Todos los animales juguetean y todos los seres con alas vuelan y brillan otra vez; vuelven a la vida con tu salida.


Las barcas navegan, río arriba y río abajo, con tu llegada se abren todos los caminos. Ante tu cara los peces saltan del río, tus rayos alcanzan el verde océano. Tú pones la semilla del hombre en la mujer, tú creas el semen del hombre; tú pones el sol en el vientre de su madre y lo calmas para que no llore. Hasta en el útero cuidas de él. Das aliento a toda la creación, abriendo la boca del recién nacido y dándole alimento.

(Akhenaton)

lunes, 10 de mayo de 2010

Búsqueda, por Francisco Álvarez Hidalgo


He enviado mis ojos en tu busca,
y han regresado de colores llenos:
Verdes de bosques, pardos de mesetas,
rojos de ocasos, con azul de cielos,
blancos de nieves, y de nubes grises...
mas sin tu imagen hacia mí volvieron.


Envié mis oídos a buscarte,
reapareciendo con sonidos nuevos:
rumor de brisas en los olivares,
rugidos de leones y de truenos,
murmullos de las aguas en los ríos,
fragor del mar, contestación del eco...
mas llegaron sin ti, y esos sonidos
fueron sólo otra forma de silencio.


Mis pies de peregrino te buscaron,
dejando huella en campos y senderos,
y me trajeron polvo de países
extendidos por ambos hemisferios...
pero no te encontraron, y su rastro
hojas fueron perdidas en el viento.


Y salieron mis labios, indagando
las incógnitas de tu paradero,
y trajeron exóticas canciones,
palabras misteriosas de otros pueblos,
voces alegres, gritos penetrantes,
eruditos monólogos, lamentos...
pero tu voz no vino entre esas voces,
quedé sin ti, con sólo tu recuerdo.


Y mis manos, en ávida odisea,
rastreándote trémulas partieron,
y regresaron por igual vacías,
con un temblor amargo entre los dedos...


Y por eso en la noche silenciosa
te busco en los recodos de mi cuerpo.

lunes, 3 de mayo de 2010

El hilo que lo conecta todo


Eres el hilo que lo conecta todo, me hilvana a la música, al color, a las palabras, a los sentimientos, a la naturaleza, al pensamiento, al deseo, al espíritu.

Antes de encontrarte, yo era un ramo de cosas entremezcladas, ahora soy una luz única en la que todo está fundido, aglutinado, amasado sin grumos, procesado, unificado en el sentido literal del término. Diste vuelta el cielo para volcarme las estrellas. Ovillaste el canto para atármelo al alma. Aunque me quede quieta pongo en movimiento todo lo que construye al mundo: ternura, alegría, amor. Y lo que lo transforma: mareas, huracanes, hielos, fuegos, sequías...

Me voy abriendo. Y al abrirme, me expando, crezco, llego a los confines, vuelvo y entro en mí. En todas partes estás, precediéndome o esperándome. Eso es lo que más amo en ti: tu puntualidad para vencer mi soledad. Tu perseverancia para pulverizar mi pena y echarla al aire. Tu fuerza para ocupar los espacios ambiguos que existen en un ser: el espacio de la duda, el de la indecisión el de la inquietud, el del desgano... Los transformaste en depósitos de vida, latidos de reserva, semillas de tumbergias rosadas (que ya no sé si existen estas flores cuyo nombre me enseñó Silvina Ocampo). No te voy a decir que es la primera vez que me enamoro, porque no es verdad. Pero sí es la primera vez que "me enamoran". Que no elegí, que no ejercí el control desde el principio. Que sucedió sin que me diera cuenta. Que cuando supe, ya lo habías resuelto. Y empecé, entonces, a desatarme.

A abrir todas las puertas. A deshacer los nudos. A tirar las piedras a los costados del camino. A respirar llenando los pulmones. A desprenderme culpas y dolores, resentimientos y rencores y dejarlos en papeleros amarillos. Me gusta tu nombre estereofónico, tu voz vibrante y áspera... ¡bah, todo me gustas!

De pe a pa. Tu risa un poco tímida. Tus manos sensitivas. La forma en que entornas los ojos con un movimiento casi infantil, como si los párpados pudieran defender todo lo que se lee en ellos. Y tu mirada rápida, directa, que se adelanta siempre a tus palabras, como si les fuera abriendo paso. Me gusta que te importe lo que digo, lo que pienso, lo que siento. Que tengas curiosidad por todo lo que tiene que ver conmigo. Que estés constantemente tratando de asomarte a mi corazón. Para que puedas espiarlo, lo dejo descubierto. Quiero que sepas de mí más de lo que yo misma sé. Que por una vez en mi vida alguien me explique por qué hago o digo..., alguien me dé un consejo acertado, me haga razonar, me brinde un poco de paz..., alguien me saque del torbellino cotidiano, de la envidia de los inútiles, del orgullo de los ínfimos y del desagradecimiento de los mendicantes. Alguien que puede mirar de frente el rostro de los ángeles y que hasta los conoce por sus nombres. Alguien que guarde boletos capicúa, programas de cine, servilletas con el nombre de las confiterías, cajitas de fósforos, sobrecitos de azúcar de todos los lugares por donde viaja. Alguien que conoce el nombre de las estrellas y puede señalar las constelaciones. El hilo que lo conecta todo: cuerpo, mente y espíritu, con la fuerza del cosmos y la vitalidad de la naturaleza. Un hilo que me envuelve, que me hilvana al diamante y a la flor, a la espuma del mar, al granizo, al vuelo del cóndor, al aletear mágico del colibrí, a tu voz, a tu abrazo, a las esquirlas de tu amor cayéndome en el.

(Poldy Bird)