“A estas tierras llegaron ellos, los hombres de maíz, los que buscaban construirse un rostro propio para ser reconocidos por los dioses.
Aquí vinieron, a fin de elevar su espíritu hasta las estrellas y saborear su luz y conocer sus movimientos e influencias.
En este lugar se quedaron a esculpir estelas y levantar templos a las deidades que protegían sus horas, sus noches, sus días y presidían sus fiestas.
Aquí, en Guatemala, entre los aromas de orquídeas y bromelias, al lado de volcanes y ceibas, lagunas, ríos, grutas y cenotes, los mayas construyeron más de tres mil ciudades, practicaron el ritual del juego de pelota y se bañaron con vapor hasta dejar limpios sus pieles y corazones.
Ellos descifraron la órbita de Venus y del Sol y conceptualizaron el cero. Trabajaron con maestría el jade y plasmaron en los muros imágenes de singular belleza y significación trascendente.
Ellos dieron nombre a cada piedra, cerro, árbol y flor de esta región.
Aquí nacieron sus héroes. Aquí dejaron a sus herederos”.
Aquí vinieron, a fin de elevar su espíritu hasta las estrellas y saborear su luz y conocer sus movimientos e influencias.
En este lugar se quedaron a esculpir estelas y levantar templos a las deidades que protegían sus horas, sus noches, sus días y presidían sus fiestas.
Aquí, en Guatemala, entre los aromas de orquídeas y bromelias, al lado de volcanes y ceibas, lagunas, ríos, grutas y cenotes, los mayas construyeron más de tres mil ciudades, practicaron el ritual del juego de pelota y se bañaron con vapor hasta dejar limpios sus pieles y corazones.
Ellos descifraron la órbita de Venus y del Sol y conceptualizaron el cero. Trabajaron con maestría el jade y plasmaron en los muros imágenes de singular belleza y significación trascendente.
Ellos dieron nombre a cada piedra, cerro, árbol y flor de esta región.
Aquí nacieron sus héroes. Aquí dejaron a sus herederos”.
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